Sa Cova

En el área de Cala Bassa, concretamente en es Caló d'en Rafal, podremos encontrar la mayor cueva marina de la isla de Ibiza, tal es su extensión que incluso grandes embarcaciones de más de 40 metros pueden adentrarse en ella, esta oquedad posee una boca de unos 15 metros de altura a la entrada y un techo de unos 10 mt en el interior de ella.

Una vez  en el interior de ella y volviendo la mirada, el navegante se dará cuenta de que posee una forma hexagonal que ha pasado desapercibida a  la entrada. 

Las cartas marinas y mapas antiguos indican que el nombre de tal formación geológica es Sa cova (la cueva) cuya toponimia no entraña discusión alguna. 

El interior de esta cueva es de paredes porosas al igual que su techo, pues los días después de lluvia, finas y cristalinas aguas caen de forma aleatoria al mar.

Las paredes perimetrales que están más expuestas a la leve oscilación del mar, poseen un enigmático reborde color azul púrpura, este bellísimo reborde que parece una bella azul cenefa romana ondulante, proviene de la oxidación de una sustancia que segregan los caracoles de mar, que cristaliza en la piedra lentamente durante las calmas. Esta sustancia denominada Púrpura fue de valiosa importancia en épocas romanas para poder teñir las distintivas togas de las clases más altas del imperio, y colorar tintas prohibidas  de uso exclusivo para senadores y emperadores romanos. 

Tal era la importancia de esta preciada sustancia en el Imperio Romano, que simplemente el hallazgo o vestigio de una zona rica en estos bellos animalitos era motivo justificado de invasión con la consecuente guerra por orden del senado y el emperador reinante, pues ya desde la época de Augusto a principios del  S I D.C  la púrpura valía más que el oro. 

Buena Proa

Sa Forada Grossa

A escasos cientos de metros costeando a poniente, nos encontraremos con una bella y peculiar cueva marina de muy fácil acceso, pero cuya altura no permite el acceso con embarcaciones medianas pero si de pequeños artefactos flotantes a remo o a nado.

Tal como indica su nombre, posee un inmenso agujero al final de su interior a cielo abierto que ilumina desde los primeros rayos de la mañana lateralmente hasta mediodía, de todas formas la apertura es tan grande y entra tanta luz que incluso en las últimas horas de la tarde queda bien iluminada.

Su entrada posee una boca de unos dos metros de alto por siete de ancho y su extensión en el interior es de unos veinte metros, desde afuera las iluminadas paredes y fondo harán intuir al navegante que hay una salida en ella.

La entrada a nado es de obligado cumplimiento por parte de los navegantes pues es tal su belleza, facilidad y no peligrosidad que hasta los niños se animan a adentrarse en esta bella formación geológica de millones de antigüedad.

La profundidad de sus aguas es de unos dos metros y medio en la entrada, pero a medida que uno avanza hacia el iluminado final, nos permitirá ponernos de pie y observar su majestuosa belleza de fondos rocosos y habrá que ir con sumo cuidado por la población de erizos existente en los fondos menos profundos que habitan antes de la salida a cielo abierto.

Buena Proa.

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